sábado, 1 de septiembre de 2012

EN LA CALLE ZARDOC




El humo de un cigarrillo es atrapado por la brisa que inunda mi balcón, como una oleada en mar de leva que arrastra consigo toda clase de ideas a mi cabeza, sucias, impías e inimaginables. Creo que es la soledad que esta haciendo estragos permanentes en mi o la nicotina de estos cigarrillos viejos que encontré en el fondo del bolsillo de mi chaqueta ochentera, la cual tenia años sin colocármela, pero que gracias al frió que me dio un pretexto para sacarla del encierro del closet. Lo curioso es que son las 3 am y no logro conciliar el tan preciado sueño, creo que se volvió costumbre.

Enciendo el que sera el tercer cigarrillo arrugado y con sabor a hojas secas, no entiendo como llegaron allí  cuando de repente el frió de la noche arrastra mi mano izquierda al bolsillo y me topo con un papel, arrugado y manchado. Al principio pensé era un recibo de compra, o alguna basura olvidada allí, pero la tinta rosada  y la letra femenina que poco a poco comencé a descubrir a medida que desmarañaba de su escondite aquel trozo de papel me hizo saber de lo que se trataba. Por un momento mi corazón dejo de latir al tiempo que mi cuerpo se estremeció con un escalofrió que recorrió cada centímetro de mi cuerpo como rayo. Eran esas las ultimas palabras que me escribió, era su despedida:
<< Querido Alberto: Aun no logro comprender por que le temo tanto al destino, aun no se por que ya no te necesito aun sabiendo que una parte de mi aun te ama, no se porque necesito despedirme hoy de ti y de todo lo que nos une. Tal vez no vuelva jamas, tal vez es hora de partir. Lo siento, con amor, Lucia. >>

Por mi mejilla se deslizo una lagrima inmortal, que siempre esta dispuesta a salir cuando mi oído escucha tu nombre. Fue allí cuando por fin me deje llevar por la brisa que tocaba mi rostro, y aferrado a ella recorrí los intrincados pasillos del pasado, de esos dias maravillosos cuando moría por vivir para ti, Lucia. Como olvidar la tarde en el Rio Valencia, o el viaje con escala inesperada en ese hostal campesino; Lucia, mi antes y después, quien descubrió lo mejor de mi cuando llego y lo dejo de comida a las aves de carroña con su partida.

Hoy  siete años después de aquella carta me pregunto que habría pasado por su mente en aquel momento en que dejo ese papel en mi recibidor, como un comodín después de una noche de pasión y besos desproporcionados. Me pregunto quien me había podido arrebatar tan fácilmente a aquella morena que atrajo mi atención en el pequeño café de la esquina de la Calle Zardoc, donde solía pasar la mayoría de mis horas pescando acordes para mis canciones a plena luz del día y en la acera, cuando con mi vieja guitarra arañábamos la compasión ajena, dedicando sonetos a las muchas ejecutivas que pasaban por allí con sus trajes de sastre y sus tacones altos. 

Solía recitar versos ineditos, con unas notas que poco hacían acordes con las palabras recitadas, a la espera de una o dos monedas.  Como olvidar ese 31 de agosto del 2004, cuando un café helado junto al sombrero recolector me hacia guardia a esa hora, y yo sentado con guitarra en mano observaba el mundo y sacaba mis propias conclusiones. La luz del semáforo cambio en la esquina y un carro acelero hacia la acera contraria a gran velocidad solo para obtener el ultimo puesto donde parquear en tan peligrosa calle; yo mire dicha escena y pensé en la ley del mas fuerte que aun hoy nos hace referencia, cuando una sensación humeda corría por mi pantalón atrayendo mi atencion de inmediato, cuando de la nada un par de zapatillas grises que adornaban dos lindas piernas morenas de encontraban frente a mi. <- Lo siento, he derramado tu café, que tonta soy - era la voz angelical de esa mujer, que se agachaba para limpiarme con su pañuelo - déjame limpiarte > insistió.

Yo no pude pronunciar palabra alguna, solo me quede con mi boca abierta mientras ella apenada limpiaba el producto de la cafeína sobre la bota de mi pantalón. Reaccione y musite con temblorosa voz:  <- No importa, igual ya iba a botar este pantalón > y sonreí. Ella pues ofreció disculpas e invito un nuevo cafe, pues ya era imposible separar al derramado de mis jeans desteñidos. Aceptando y limpiando mi guitarra de las ultimas gotas del penoso accidente, guarde las monedas de mi sombrero multiproposito me dispuse a recibir el café ofrecido con el objetivo de encontrar un nueva inspiración en aquella musa que me regalo el destino, y que mejor sitio que la Zardoc, sitio favorito de poetas de aceras  y músicos desdichados.

Caminamos al café de la esquina, estaba repleto recuerdo, y después de ubicar una mesa con dificultad y hablar por horas y horas fue cuando me dijo su secreto, o su problema, aunque pensándolo bien me predijo mi futuro. <-Mi problema es que jamas espero llegar al final del libro, siempre dudo del destino y me despido antes de tiempo > no se por que menciono eso, pero como olvidar esas palabras, puesto que extrañas me parecieron en aquel momento, pero que me hicieron visualizar borrosamente el futuro de mi relación junto a ella.

Lucia se hacia llamar, mesera profesional de una linea de comidas rápidas, estudiada en la escuela de la necesidad, y graduada con honores en sobrevivencia callejera. < Ahora después de pagar mi deuda por tu bebida, y ganarme tu confianza debo pedirte algo - miro a la ventana, tomo aire y continuo - he gastado ya mi ultimo centavo, no tengo donde dormir esta noche - agrego>. Sin pensarlo le ofrecí mi morada, sin saber que se convertiría en su ultima oportunidad de vivir. A la semana ya eramos amantes, como haberme resistido a sus curvas y su cabellera rizada; al mes compartíamos gastos con las pobres ganancias que dejaban las propinas en su empleo y las cuantas monedas obtenidas de la caridad ajena en mi oficio de cantautor callejero.

Esa mañana en que tome la decisión de ligar mi vida junto a la suya por toda la eternidad vestí esta misma chaqueta ochentera haciendo juego con mis zapatos negros. Camine una cuadra hacia la Calle Zardoc, recuerdo escoger el ramillete mas colorido y mas grande que encontré en la pequeña venta junto al café mencionado. Sabia que a las cinco  Lucia escaparía de los brazos de Morfeo - pues habia dormido toda la tarde- y comenzaría su rutina diaria. Yo quería sorprenderla, pues 365 días habían ya vivido a su lado, y deseaba mas que nunca que un año después de tropezar mi café y derramarlo en mi jean, derramara ahora su corazón sobre el mio por toda la eternidad.

De regreso a mi cita con el destino recuerdo la puerta de mi alcoba semi abierta, su perfume por toda la sala, y el frió de la soledad que acababa de llegar para quedarse. Encontré una pequeña hoja junto al recibidor firmada con un beso no dándole importancia la guarde en mi bolsillo izquierdo, extrañado por no encontrar a Lucia recordé de repente haber olvidado mi billetera en la venta de flores. Al voltear la esquina y encontrarme de nuevo en la Zardoc una multitud de personas se había tomado la calle rodeando lo que parecía un coche chocado, me acerque solo por curiosear y una sabana blanca con manchas de sangre cubrían un cuerpo junto al coche rojo, y fue allí cuando reconocí las zapatillas grises que habían derramado mi café. destrozado levante la sabana y descubrí a mi Lucia. No llore, no grite, no dije palabra alguna, solo 
busque la hoja firmada con un beso, e intente leerla, pero la tristeza de mi corazón solo reconoció la ultima frase: 
<< Tal vez no vuelva jamas, tal vez es hora de partir. Lo siento, con amor, Lucia. >>

De verdad no volvió mas, quien diría que la Calle Zardoc me trajo la felicidad y me la arrebato, quien diría que 7 largos años han pasado desde entonces, como saber que no seria correspondido a mi propuesta matrimonial esa mañana, cuando iba a sospechar que escaparía de la existencia terrenal hacia la morada eterna. Jamas pensé que el destino lucharía por separarnos y me jugaría tan mala pasada. Se acaba el tercer y ultimo cigarrillo de la caja, se acaba un recuerdo, se esfuma el recuerdo de una vida, de una pasión. Mañana volveré a mi habitual acera en la famosa calle, puesto que es el único sitio donde revivo una y otra vez el recuerdo de Lucia.



MARDOQUEO


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